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decisión racional, derechos de autor, descargas ilegales, Internet, pirateria, propiedad intelectual
En un rincón, a la entrada o salida de la biblioteca municipal de un pueblo de Granada hay una mesa para el libre intercambio de libros. Sólo hay una regla: para coger un libro, simplemente, hay que dejar otro. Como tengo una mirada traviesa para los libros, no puedo pasar ni a la entrada ni salida sin mirar los títulos que esperan, como diría el poeta, en el ángulo oscuro, a que alguna mano inquieta, cogiéndolos, los despierte. Un día, cual sabueso, ocultado tras un periódico, esperé a ver como se llevaban a cabo esos carnosos intercambios. Podría suceder, por ejemplo, imaginaba, que, al intercambiar ese trozo de uno mismo que es un libro, advirtiera en alguien esa resistencia a dejar su pareja a merced de una mano desconocida; pero, al mismo tiempo, podría, quizás, ver la fruición de quien se lleva, en su valoración, una mejor prenda que la que dejaba. Intercambiar libros y fijarse en el modo como se hace, en las atracciones y resistencias que se ponen en juego, ofrece un digno espectáculo para quien disfruta con los placenteros intercambios de las lecturas.
Sin embargo, a lo largo de un tramo de tiempo, no excesivamente largo, mi ojo avizor, ha ido viendo que el trueque per se no ha traído consigo una mejoría en los títulos que adornan la mesa. La cuestión es sencilla: aunque partamos del hecho de que cada uno de los usuarios de la biblioteca da un valor diferente a los libros, y aunque se crea que en el libre intercambio todos pueden salir ganando, lo cierto es que, progresivamente, se ha ido empobreciendo la mesa, porque cada uno, en su intercambio, ha ido dejando un libro de menor valor que el libro que se llevaba. Se puede pensar, abstractamente, como diría Hegel, que en el intercambio todos salen ganando, pero lo cierto es que, realmente, el grupo como tal, al final, ha salido perdiendo ya que los libros de los que ahora se dispone no tienen apenas valor. Aunque las apreciaciones y estimaciones particulares sean inconmensurables –a cada uno le gusta un libro, cada uno traza una historia personal con aquello que lee, cada uno pierde el amor por un libro por razones diferentes–, es como si los intercambios se hicieran sabiendo que unos libros valen más que otros y que, puestos a elegir entre varios, cada uno de los participantes en los intercambios, podría hacer una clasificación de los libros según su valor y esta clasificación no variaría sensiblemente de unos a otros. El tema es más interesante porque, tratándose de una biblioteca municipal, el perfil social de los usuarios es muy variado, pero la mayor parte de ellos, seguramente, por ese conocimiento natural que da la falta de formación académica, carece de los conocimientos básicos para determinar racionalmente el valor de los libros. Muy probablemente, muchos de los usuarios no conozca ni el mercado editorial, ni el precio de los libros en el mercado, ni la diferencia entre unas ediciones y otras, ni tampoco la distinción entre el valor perenne de los clásicos y el evanescente de los libros de temporada. Sea como fuere, en el trueque, la elección individual de cada uno se hace, salvo raras excepciones, como si la mayoría tuviera conciencia de que cada libro tiene su valor y tuviera conciencia, al mismo tiempo, de que el intercambio merece la pena si el libro que se lleva tiene más valor que el que se deja.
Ahora, pasado algún tiempo, sobre la mesa quedan algunos libros de ensayo de aquella célebre colección de RTVE de tapas negras, los primeros volúmenes de las colecciones que se regalan con la prensa, los primeros tomos de diccionarios enciclopédicos, libros deshojados de la extinta Bruguera y también cintas de video VHS. Al final, bajo la tácita regla económica de no perder en el intercambio, algunos han roto también la única máxima que, a un lado de la mesa, prescribía los intercambios. Creo que no tardará mucho tiempo que los responsables de la biblioteca, viendo como se ha desvirtuado la interesante propuesta para hacer florecer gratuitamente la lectura mediante un sistema sencillo sistema de cooperación, desmantelen ese oscuro rincón y en su lugar pongan un luminoso ordenador. Por cierto, como ya se pueden imaginar mis lectores, ante ese panorama bibliográfico ya no tiene mucho sentido que alguien malgaste un minuto de su vida en observar lo que entra en juego en el cambio de un libro por otro, porque, sin valor aparente en los libros, en el coger uno y en el abandonar a su suerte otro, no se perfila en los rostros la más mínima sonrisa aviesa ni la más mínima tensión muscular.
Los lectores de El liberalismo político de Rawls saben que para la reconstrucción de su teoría de la justicia tomó el filósofo de Harvard el modelo de una sociedad cerrada. Lo que yo he visto en esa biblioteca bien podría tomarse como un modelo cerrado de lo que está sucediendo a otra escala, a esa escala desmesurada que llamamos “globalización”. ¿Qué sucedería si los intercambios a escala global se hicieran bajo el mismo principio que ha guiado los intercambios gratuitos en la mesa? La respuesta ya la hemos dado: aunque individualmente se salga ganando, en conjunto, se sale perdiendo: depauperándose el valor de los intercambios se dará el caso de que los futuros participantes ya no tengan objetos valiosos que intercambiar. Y obsérvese que, en esta economía, las acciones altruistas sólo ayudan a alimentar la avidez de quien actúa con egoísmo: póngase un buen libro sobre la mesa y veremos que rápidamente habrá alguien que salga de la biblioteca con una sonrisa anchurosa.
¿Y si fuese el caso que esta mesa de la biblioteca tuviera una pata en cada una de las esquinas del mundo? ¿Y si esta mesa fuera la borgiana biblioteca de babel instalada en propiedad en ese jardín, que ya todos tenemos, de senderos que se bifurcan? Si se pone una imagen a ese lugar, creo que tendríamos que convenir que, entre otros lugares de intercambio, Internet, y, concretamente, las redes sociales se han convertido no ya en la biblioteca del mundo que soñara Borges sino en esa mesa que a la entrada o salida ofrecía el intercambio de libros sin coste alguno. Los usuarios y clientes, por ejemplo, de Facebook saben que en poco tiempo se han creado multitud de grupos, la mayoría cerrados, para el intercambio de archivos. “Filosofía en pdf”, “literatura en pdf”, “antropología en pdf”, “ciencia política en pdf”, “teología en pdf”, “derecho en pdf” son algunos de los que conozco. El propósito de estos grupos es, sencillamente, el que sus integrantes pongan a disposición de los demás miembros libros escaneados. Uno de ellos, que tengo a la vista, tiene ya más de 13000 miembros. Cualquier libro de filosofía que pudiera encontrarse en una librería o biblioteca puede, seguramente, encontrarse ahí: los principales manuales de estudio, diccionarios, monografías, libros recién editados, obras completas, etc. En términos globales es relativamente poco costoso escanear, por ejemplo, la Estética de Hegel en la edición de Akal si, al ponerla a disposición del grupo, puedes beneficiarte de tener los diálogos platónicos de Gredos junto a tres mil libros más. Uno puede disponer en el disco duro de su ordenador, hoy por hoy, de más volúmenes que una biblioteca con un conste tan ínfimo que podría decirse que su construcción es gratis. Se trata de un sistema de intercambio que ya ha dejado obsoletos los programas que antes había para ello. Ninguna “empresa” iguala el poder de la cooperación de los grupos. Y estos grupos irán en aumento porque sus integrantes tienen un gran beneficio a un coste muy bajo. Así, por ejemplo, para cooperar, basta compartir los libros que ya se tienen o disponer de un escáner para digitalizar nuevos libros. Inocente resulta ahora aquello de que las fotocopias matan al libro. El otro día me llamó la atención que alguien pusiera a disposición de los demás más de 6.000.000 títulos. Por supuesto, no todos estaba escaneados, pero se ofrecía este individuo a realizar el trabajo para libros enteros a cambio de un módico precio. La mayoría agradecieron el ofrecimiento y comprendieron que ese trabajo bien se merecía ser pagado. Como puede verse siempre hay quien aprovecha la piratería de los demás para hacer un reclamo para el propio negocio y siempre hay quien considera rentable el trabajo de la pirataria.
Ciertamente, por una parte, es interesante ver la potencia que abren las redes sociales como lugares de cooperación, pero, por otra, no podemos abandonar al dispositivo metafísico de tales tecnologías lo que está en juego en el ámbito de la cultura. Es un hecho que las redes sociales hacen posible la cooperación de una manera que hasta hace poco nos era completamente desconocida, pero es un hecho también que los grupos de cooperación no siempre persiguen buenos propósitos. En la certera imagen histórica, estos grupos son verdaderos piratas en aguas que no son del dominio de ningún Estado. Me consta que a la mayoría de los participantes en estos grupos les guía una buena intención: quieren que se difunda la cultura y que la educación esté disponible para todos poniendo al alcance de la comunidad global las herramientas con las que se construye esta cultura. Muchos de ellos arremeten, por ello, contra los monopolios capitalistas que sólo quieren lucrarse con lo que tendría que ser un bien general; otros, ven que la práctica del intercambio sin coste es el único camino expedito contra los precios abusivos de los libros en el mercado; pero hay otros –la mayoría– que, más acá del idealismo o de la protesta, simplemente, prefieren no pagar el valor de los libros, porque por poco que cueste un libro siempre vale menos tenerlo a coste cero.
La otra tarde mi librero, mientras tomaba nota de unos títulos que quería comprar, me contaba que en el sector del libro se esta viviendo un momento crítico, que en un año se han vendido en la librería la mitad de libros que el año anterior, y que ahora, en plena efervescencia del turismo, tenía abierto todo el día por si los turistas –especialmente los rusos me dijo– entraban pidiendo libros de la Alhambra. Me comentó también que han despedido ya a varios comerciales de las editoriales y que, en otras librerías más grandes, están haciendo reajustes de personal. El sector editorial español, que ha gozado de buena salud, se está viendo abajo, porque, realmente, las editoriales pequeñas y medianas, que no hacen su agosto con un libro están teniendo serios problemas para mantenerse en el mercado. Se dice, y es verdad, que los libros ya no se compran porque no son un artículo de primera necesidad para muchas familias en estos tiempos de crisis. Pero creo que el tema está más bien en que los libros, en nuestra sociedad digitalizada, han perdido como objetos el valor que tuvieron. Tengo alumnos con teléfonos de última generación que luego no pueden comprarse un libro de bolsillo, y nadie duda, hoy por hoy, que entre sacar en un reunión de amigos una tablet o un iphone y un libro de pastas duras lo primero da un prestigio que lo segundo quita. Así como alguien luce con orgullo su celular en la calle o lo pone como objeto de admiración en la barra de un bar, los que acostumbran a llevar un libro han de llevarlo a hurtadillas, escondido de la extrañeza de las miradas.
Creo que, porque hemos perdido la conciencia de lo que se pone en juego en el mercado, hemos perdido también la conciencia de lo que entra en juego en ese modo de intercambios: cuando se compra un libro, por ejemplo, no sólo se reconoce el trabajo de un autor sino que se está sosteniendo toda una industria que hace posible no sólo el intercambio entre un autor y un lector sino muchos otros muchos intercambios a través del dinero que reciben los diferentes trabajadores. Al comprar un libro también se paga a comerciales, a correctores ortotipográficos, a editores, a traductores, a libreros, etc. Mi librero, ocupado en su negocio, no ha tenido tiempo de husmear lo que se cuece en las redes sociales y no ha tenido noticias de estos grupos que, como piratas de los nuevos tiempos, operan ilegalmente, llevados eso sí por buenos sentimientos. Mi librero no lo sabía y yo no tuve valor de decírselo. Al salir ese día de su casa-negocio-local pensé en el daño que, en términos globales, hacen estos grupos para el sostenimiento de la cultura. Creo que a la larga, como en esa mesa de la biblioteca, si se generaliza ese modelo de supuesta cooperación, todos saldremos perdiendo. Ya hemos visto desaparecer de nuestras ciudades las pequeñas tiendas de música y hemos visto como en los grandes almacenes el espacio a la venta de discos también ha disminuido. Algo similar creo que está ocurriendo ya con los libros. Y cada tienda de música que se pierde, cada librería que se cierra, cada pequeña editorial que se viene abajo nos lleva un poco más a la barbarie. Los libros no desaparecerán, pero no es extraño pensar en librerías que vendan y editoriales que publiquen sólo o mayoritariamente libros de éxito. Si esto llegara a suceder, aunque dispongamos en el disco duro de un arsenal de libros ya publicados y digitalizados, creo que las armas para luchar contra la barbarie progresivamente irán envejeciéndose. Aunque a corto plazo pueda verse en el intercambio gratuito de libros un acto de beneficio para la cultura, creo que a largo plazo cada descarga gratuita de libros rubrica con una sentencia de muerte la industria de la cultura.
Fue Mancur Olson, economista y sociólogo, el que en el debate acerca de la racionalidad de las elecciones individuales puso de manifiesto que de la suma de racionalidades individuales pude derivarse una irracionalidad colectiva. Olson puso de manifiesto lo que se conoce como el problema del free rider, el problema del polizón o del gorrón, es decir, aquel que no afronta la parte equitativa del coste de producción de un bien o servicio. Cuando se defienden los derechos de autor, cuando se defienden los derechos de propiedad intelectual, no sólo se defiende un privilegio que otorgándoselo a los productores de la cultura se les niega a los consumidores, ni se defiende a la industria del capitalismo que empobrece al pueblo sino la posibilidad misma de su pervivencia como algo que tiene que ser apreciado, valorado, promocionado y pagado. Con mayor o menor acierto sabemos que los Estados, en sus dominios, obligando al cumplimiento de la ley, ayudan a sostener los bienes públicos. Si el Estado no nos obligara a tributar, muy pocos lo haríamos y, sin embargo, todo el mundo es consciente de que los impuestos hacen posible un sistema de cooperación eficaz y de largo alcance. Si la cultura es un bien público, entonces deberíamos comprender el coste que supone generarla, mantenerla y hacerla progresar. De no hacerlo creo que, como en aquella mesa de la biblioteca, los bienes de los que dispondremos serán de un menor valor. Nadie nos asegura que la libertad incontrolable de Internet, esa libertad que no entiende de fronteras ni de leyes estatales, sea, en su otra cara, el control absoluto de quien todo lo domina, de quien saca su propia rentabilidad extendiendo, con esa inocencia que parecen tener los medios, la barbarie y de quien puede eludir toda responsabilidad civil y penal apoyado en esos polizones que, en este mundo globalizado, no duermen.
Juan Carlo Vila dijo:
Primero quisiera decirte que me ha parecido de sumo interés este post, que viene a remover las entrañas de todos estos grupos que mencionas, surgidos al amparo de Facebook. Compartir me parece en primera instancia una práctica cuanto más necesaria por lo poco utilizada que es. Iniciativas como LibrosLibres, similar a la que mencionas de la biblioteca, pero más anárquica, dejando libros «olvidados» en lugares visibles en bancos, paradas de autobús… esperando que sus rescatadores, al leer las indicaciones en el interior del libro, respondieran «abandonando» uno o más libros, supone una esperiencia arriesgada y de difícil «gestión», pero necesaria en este mundo que insiste en comercializarlo todo.
Me gustaría hacer notar que voy a hablar en la múltiple faceta de autor, editor y compartidor de libros. Con esto quiero decir que conozco los avatares de la autoría, los de la edición y los de la puesta en práctica del compartir, que todos los tienen. Y con esto, quisiera decir que valorar un libro que ves y uno que está en tus manos, es complicado por la cantidad de aspectos distintos que tiene. Si quisiera uno de los libros de la mesa de la biblioteca, vendría a casa, y elegiría uno o varios de los que poder desprenderme, a pesar de que casi todos alcanzan un valor especial una vez en el estante. Que la media de quienes se detienen en la mesa no responda a la misma actitud que yo tenga, no creo que pueda llevarme a presuponer la disminución progresiva en la calidad de los libros que hay, porque esa es una apreciación mía, no sabemos si de otros. Y aún así, sería lo que ha sucedido, pero no la confirmación de una teoría sociológica.
La intención de la mayor parte de iniciativas como estas, además de las que surgen hoy por hoy en facebook, es en muchos casos dar acceso a libros que nunca alcanzarían a utilizar a gente limitada por lo económico, sociológico o por el país en el que viven. También es cierto, que existe el simple interés por acumular o de saber que tienes ese libro al alcance que nunca terminaste por comprar. Estoy convencido que quienes están en estas redes y tienen capacidad económica, siguen comprando libros, solo que ahora además es posible que los escaneen para el usufructo de otros que no pueden. Que hay zánganos que reclaman y no comparten, sí, es cierto que los hay, pero no consiguen deslucir el esfuerzo por ofrecer lo que se tiene, y no atesora.
Charles Péguy (no sé como pero siempre acabo hablando de él, junto a su secretario, idearon un sistema en 1900 para que las revistas a las que se encontraban suscritos los suscriptores de la revista que ellos editaban, las pusieran en circulación una vez leídas, para que llegaran a aquellos que no tenían medios para pagar las suscripciones, beneficieandose los primeros de las suscripciones de otros para leer aquellas revistas que nunca llegaban a suscribirse. Fue uno de los primeros P2P, solo que por correo postal y control manual centralizada. Para Péguy era una necesidad hacer esto, porque entendía que quienes menos poder económico tenían estaban necesitados de conocimientos e información. Eso sigue sucediendo hoy, esa necesidad está presente entre nosotros.
Las editoriales no van a caer por eso, sino por su sentido comercial la mayor parte de las veces centrado en ideas que ya no son efectivas. La edición digital, la reducción del tamaño empresarial, la búsqueda de nuevas formas de creación, y la de nuevas formas de empresa (economía social solidaria, por ejemplo)… son vías para mantenerse, y las grandes dedicadas a los best sellers, seguirán especializándose y reduciéndose, pero por un criterio empresarial basado en la maximización de los beneficios a través de la reducción de gastos sobretodo de personal.
Las racionalidades individuales tienen el problema de que son individuales, no se plantean la vertiente comunitaria, y su suma sólo puede ser irracional.
Pensando que se comparta mi libro, no me preocupa en lo económico, ni en mis derechos de autor, pienso más en la posibilidad que otros lo lean, aquellos a los que difícilmente lo hubieran hecho, o aquellos a los que les pueda ser de utilidad. Siempre habrá quien quiera el libro en papel, y tenerlo en digital le sirva como complementario. Es lo mismo que sucede con las películas.
En fin, espero no haberme extendido en exceso en esta respuesta, pero no exigía menos atención un post tan interesante.
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Mathías Hernández dijo:
Creo que, sobre el final, hiciste manifiesta una extraña suposición: que las editoriales editan libros no solamente de «éxito». Entiendo la distinción entre libnros de «éxito» (comerciales, etc.) y los otros, pero las editoriales siempre salen ganando con sus libros. Mejor dicho: su propósito, como empresas, es el lucro. Al editar a Hegel —por decir algo— se busca una ganancia, no un aporte a la cultura. Ninguna editorial editaría libros que no pudiera vender a nadie, o que en sus ventas no superara sus costos.
Los mecanismos de internet, a diferencia de los intercambios en la mesa, no se pierde lo dado: yo subo un libro a «Filosofía en PDF», pero lo sigo teniendo. Descargo otros cientos, pero la mesa los sigue teniendo. Es más bien de multiplicación, no de intercambio (en sentido estricto).
El problema de la gratuidad, de la piratería, quizás sea el que describís: al no reconocer a los autores, les quita su apoyo. De todos modos, me cuesta demasiado pensar en un tiempo en el que ya no sea rentable editar libros (escribir libros). Quiero decir que me cuesta imaginar lo que tú te atreviste a hacer, que es una sociedad que poco a poco va perdiendo «calidad». La suposición de que para que un material esté en pdf hay que escanearlo, proviene de la costumbre de los libros en papel. Al ser así, en algún momento ya no se podrán convertir a pdf los nuevos buenos libros, porque no existirán, debido a que ya no hay casi editoriales. Olvidaste la posibilidad de nuevos buenos libros directamente editados en pdf. También la pretensión del escritor que no busca la ganancia tras su obra. También la dinámica de las universidades, que en Europa se han adaptado muy bien a los intercambios electrónicos, y las nombro porque es desde ellas que provienen los nuevos filósofos que nos dejarán los nuevos buenos libros.
Quizás estemos intentando imaginar un futuro que desconocemos por completo. Mientras tanto, soy admirador de la piratería en las aguas de este territorio aún no colonizado. Mientras tanto, también admirador de los amigos del copyleft. Pero siempre «mientras tanto».
Disculpas por dar enter sin releer lo que vengo escribiendo. Estoy apurado, y me temo que si lo releyera no haría público este comentario. Salud.
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Israel Velasco dijo:
La mayoría de los libros que de intercambian están descatalogados o son tremendamente caros para que los estudiantes puedan pagarlos, tampoco creo que vender libros de temas filosóficos sea un gran negocio. Así que no estoy muy seguro si el argumentos o argumentos que usas no están predispuestos de antemano, el mayor atentado a la cultura sería no trasmitir el conocimiento libremente más que afectar el bolsillo de las editoriales.
Estos sitios finalmente rompen para bien o mal el monopolio de la Filosofía burocrática de las universidades, el atesoramiento de bibliografia disponible sólo para aquellos que pertenecen a ciertos grupos confinados a los muros universitarios, de tal manera, que ya no existe esa limitante y abre posibilidades a la investigación filosófica fuera de los cánones establecidos por el academicismo.
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G. García dijo:
Creo que tener libros en pdf no excluye comprar libros tradicionales. Los libros más importantes igual puede comprarlos uno, pues son más cómodos, mientras que las versiones electrónicas están para libros que son difíciles de conseguir, o que de todos modos no estaban en prioridad de compra.
Ahora, quien tiene dinero puede comprar el libro de papel, y quienes no, pues los bajan de internet. ¡Ojalá yo hubiera tenido acceso a tantos libros que quería leer cuando era más joven, y no tenía el dinero para hacerlo!
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María Angustias dijo:
Leído detenidamente veo que llevas mucha razón.Hoy parece mas importante un buen teléfono móvil que un libro.Y que al igual que el sector musical, el de la lectura esta decayendo para tenerlo vía digital,con o sin grupos.Yo personalmente como leer un libro doblando la esquina de por donde voy,o poniendo cualquier otra señal,es una sensación que jamas se podra sentir tenido con algo digital en PDF que ha podido llegar a mis manos. Espero que en cualquier momento todo vuelva a cambiar y sea mas atractiva la figura del libro. Me ha gustado mucho tu articulo. Un abrazo
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Félix García Moriyón dijo:
Comporato sustancialmente la reflexión de Augstín Agustin Palomar. No soy partidario, en principio, de la piratería en Internet. Creo que es apropiarse indebidamente del esfuerzo de los otros y que debe más a la ideología del «gorrón» que a la del «que comarte solidariamenteo». Por otra parte, no entiendo tampoco la avidez de quienes desean acumular cientos o miles de títulos. Sinceramente, yo puedo comprar más libros de los que puedo leer. Y los muy caros, los puedo leer, normalmente, en bibliotecas públicas
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Juan Carlos Vila Alonso dijo:
En todo caso, a parte de quienes depredan libros que otros comparten, este grupo por ejemplo se propuso una misión clara y distinta, tal como aparece en el post marcado que siempre vemos en la cabecera: «Para los que, por motivos económicos, geográficos, injusticias, empobrecimiento o discapacidades no tienen posibilidad para acceder al libro impreso.» Y se añade junto a esta, una recomendación: «Si puede, le recomendamos que lo compre, pues el libro impreso bajo cuidado editorial sigue siendo el principal soporte de difusión cultural.»
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Graciela Moranchel dijo:
Más allá de la piratería, o de las ventajas económicas que alguno pretenda sacar de la subida de libros por Internet, creo que vamos a tener que acostumbrarnos a que el libro de papel va a desaparecer, incluso por razones de «urgencias ecológicas». Pero por otro lado, me parece fabuloso que se creen estas bibliotecas virtuales. Por ejemplo en mi país, Argentina, es muy difícil conseguir ciertas obras por cuestiones políticas con la importación, o si las conseguís, son tan tremendamente caras que sólo es posible acceder a ellas si pertenecés a una elite de ricos. Por eso es que yo agradezco enormemente estas iniciativas y apoyo PARA que sigan existiendo a fin de que la cultura pueda socializarse y esté cada vez más al alcance de todos. GRACIAS!
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Juan Pedro Alanís M dijo:
Yo quisiera poder comprar muchos libros que en donde vivo no los venden, o que los venden al doble de a como los venden en la madre patria. No tendría empacho en comprar a un precio justo en la tienda de apple, pero no existe un sistema que tenga lo que a mi me interesa.
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Areli Figueroa dijo:
Esos ecos de nostalgia siempre se han vivido. Cuando salieron los libros (se inventó la imprenta) se decía que harían tontos a las personas porque ya no tendrían necesidad de aprendérselos de memoria. Igual, le quitaba el poder a los copistas y escribanos, quienes eran los únicos con acceso a manuscritos. Es la misma gata..
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Anthony Hobbes dijo:
Soy pobre. No me da vergüenza decirlo. Si no fuese por grupos como éste, mis posibilidades de acceso a la cultura serían muy limitadas, por no decir imposibles.
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admin dijo:
Quiero agradecerte sinceramente Juan Carlos tu amplio comentario y sobre todo tu sincero interés por abrir el debate de la práctica de estos grupos. Cuando vi el ritmo vertiginoso de acumulación de libros escaneados que circulaban y viendo que en algunos casos hay detrás un proyecto por adoptar como norma general este tipo de «distribución» de libros, pensé que era necesario plantearse lo que se estaba haciendo. Aunque esencialmente es lo mismo, hay algo que distingue, creo yo, esta nueva forma de «intercambio de libros»: porque no hay una empresa pirata que tenga una plataforma para descargárselos sino que surge entre miembros interesados acerca de un tema no se tiene conciencia de la ilegalidad de la acción que se hace sino que ésta queda suprimida por la idea de que está verdaderamente cooperando. Y es aquí donde yo tengo mis reservas y donde ponía el ejemplo de lo sucedido en esa biblioteca a título de experimento. Ninguna idea parece mejor para difundir la cultura o el saber que la gratuidad y ninguna idea parece mejor que los libros, como medios donde se ha difundido el saber, sean gratuitos. Lo que sostengo es que a larga, si se generalizara esta idea la cultura misma saldría perdiendo. Al comprar un libro se invierte para que futuros libros puedan editarse porque, velis nolis, producir la cultura y el saber tiene un coste y parece que es pecar de ingenuidad el creer que el trabajo intelectual se hace desinteresadamente.
En el artículo hago hincapié en el coste que tiene un libro como producto final de un proceso donde intervienen muchos agentes. Ese proceso que genera trabajo y riqueza se realiza porque hay gente que comprar el libro. Admitamos que podemos prescindir de esos medios de producción y que el autor puede directamente poner su obra al servicio de sus lectores. De hecho ya está haciendo así para la mayoría de Revistas de investigación. Lo que quiero decir es que aún así hay un coste de producción que tiene que ser asumido. Pensemos, en principio, siempre en el principio, que no vale nada el editar investigaciones en formato digital, y que esto abaratería el coste de una obra, pero habrá que seguir invirtiendo, digo yo, para que existan esos grupos de investigación, para que puedan comprarse materiales con los que se pueda seguir su trabajo, etc. Lo que quiero decir es que la cultura, hablando así en términos generales, tiene un coste el producirla y mantenerla y que ese coste tiene que se asumido por alguien. Podría suceder que, mayormente, ese coste fuera asumido por los poderes públicos, pero no podemos olvidar que esos poderes públicos los siguimos costeando nosotros mismos. Si asumimos que la cultura y la difusión de la cultura ha de ser gratuita, tendríamos que asumir que no tuviera coste alguno. Pero nos sentiríamos indignados que el Estado no invirtiera en bibliotecas públicas o que no se subvencionaran determinadas publicaciones o determinadas investigaciones. Luego, queremos que el Estado gaste en cultural, educación e investigación, pero no queremos invertir nosotros, como si cuando paga el Estado no lo estuviéramos haciendo nosotros mismos. Si no pagáramos nada ni por libros, ni por museos, ni por conciertos, etc., y Si esto se generalizara esta actitud creo que, irremediablemente, la cultura acabaría resintiéndose. Otra cosa es qué aquello en lo que debemos o no invertir, es decir, qué es cultura o que no lo es. Esto es algo que quería mostrar con el ejemplo de la biblioteca.
Pero, en segundo lugar, también quería mostrar que los intercambios gratuitos no implican por sí mismos un sistema más justo y eficiente que cuando esos intercambios se hacen en el mercado bajo un precio, porque, quizás, por esa conciencia mercantil que tenemos, realizamos los cambios gratuitos como si fueran intercambios hechos en el mercado. Eso es lo que hizo, finalmente, que la mesa perdiera valor. Lo cierto es que para cada uno sus libros tienen un valor y un valor que es dificil cuantificar, pero lo cierto es también que cada uno sabe, cuando saca un libro de su anaquel y lo pone a disposición de los demás, el valor que tiene su objeto en el mercado, aunque no llegue expresamente a cuantificarlo. El hecho es que la mesa daba objetividad a ese valor y, aunque los libros no tuvieran precio, cada uno, intuitivamente, actuaba como si lo tuviera e hiciera el intercambio de acuerdo con eso y no de acuerdo con el valor personal y subjetivo del libro que dejaba y del libro que se llevaba. Esto me parece que es sumamente interesante. Allí había libros que en una librería de viejo valdrían dos, tres o cinco euros y había objetos que simplemente no valían nada porque ni siquiera eran libros u objetos ya con valor objetivo. La película de Ben-Hur en VHS porque mucho valor subjetivo para alguien allí ya no vale nada y en un comercio de libros simplemente no hubiera tenido lugar.
Reiterar, por otra parte, que el artículo insiste que el coste de producción tiene que ser asumido de forma equitativa, lo cual implica que no todo el mundo tendria que asumir de la misma manera ese coste de producción. Que los libros son caros es un hecho y que aquí, en España, las grandes empresas editoriales tienen sus estrategias para sacar, como empresas, el máximo beneficio a sus productos. Por ejemplo, en otros lugares la edición de bolsillo sale a la vez que la edición normal del libro y aquí las grandes editoriales planifican las ganancias que tienen en el tiempo con cada una de estas ediciones. Y no digamos la carestía de los libros para aquellos que están lejos de la producción de los mismos. Pienso, porque, como comentaré luego, conozco las dificultades de otros sitios para tener acceso a los libros y a la cultura general. Pero creo que hay un paso intermedio entre la pura gratuidad de los libros y el que tengamos que lucrar a las empresas con pingües beneficios a costa de abusivos precios. Y lo que no puede ser es que amparándonos en que los libros están caros pensemos que estos tienen que sernos dados gratuitamente como si no costara nada el que estuvieran ahí. Habrá que exigir que el precio sea más moderado siguiendo el principio de que todos deberíamos participar equitativamente en el coste que tiene la producción de ese bien.
Para finalizar, comparto contigo que a un autor nada le alegra más que ver difundidos sus libros o artículos y que puedan ser conocidos. Ya sabemos que los autores, al menos los que conozco de filosofía, no puede pensar en recibir beneficios económicos por sus libros, porque ya se pueden dar por satisifechos porque las editoriales publiquen sus libros. Pero esto no es óbice para que se reconozca el coste económico que tiene la producción de un libro. Lo triste es, como en todos los sectores, que sean los intermediarios los que aprovechen las muchas o pocas ganancias que generan el poner un libro en el mercado. Pero aún así yo me pregunto por qué la mayoría sigue prefiriendo publicar sus libros para un sello editoral reconocido antes que simplemente con un pdf colgado en facebook. Por cierto, el artículo termina apuntando a la idea de que no creo que sea cierto que el uso de facebook sea tan gratuito como parace y que Internet, y en concreto esta plataforma, no haga su agosto, precisamente, con las aportaciones de aquellos que piensan que vuelan en ella como la paloma de Kant volaba creyéndose libre.
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Juan Carlo Vila dijo:
Yo creo que este es el camino sano para poder cuestionarse las cosas. Dialogar cuestionándose las acciones y las motivaciones. Acutamos intencionalmente, en una constante narración, es nuestra única ontología posible.
Y yendo a las cosas que añades…. Yo creo que sí hay conciencia de la ilegalidad en una buena parte de quienes compartimos libros en pdf. Y precisamente es una respuesta a una legalidad mal fundamentada. La base estructural de nuestro código civil romano-napoleónico es la defensa de la propiedad privada; se desarrolla a partir de ella como tronco que la sostiene, y desprende todas sus actuaciones en ese sentido. Así la «propiedad intelectual». Yo no la entiendo como una propiedad individual; cada uno de nosotros crea intelectualmente, y en el acto de creación, tiene un último paso que es el de la comunicación. El código civil tiene un componente de individualidad que provoca un cierre sobre cada uno, y en el caso de la creación, pone una frontera que atraviesa el acto de comunicar. Considera lo comunicado como un producto, algo que surge de cada individuo, que es propiedad suya, y a partir de ahí, la comunicación se mediatiza, se convierte en compra-venta. Yo creo que la comunicación lo que hace es poner en común. Es un bien que parte de cada uno, pero que se convierte en «patrimonio» (no me gusta la palabra, pero bueno) de la comunidad. Es la comunidad la que va a hacer uso de lo que creamos personalmente.
Aquí es donde se rompe todo y convertimos esta opción en «utópica». La comunidad debería ser la que diera a cada uno lo que necesitara, sin immportar el trabajo, la producción que llevó a cabo. Pero la sociedad, ese conjunto de individuos contractuales, lo que hace es usufructuar, gorronear, según tu propio punto de vista… acertado también, porque esto también sucede. ¿Cuantos de nosotros ponemos en común lo que tenemos? ¿Cuantos libros subo, cuantos libros bajo? Contabilizar estas cosas es demoníaco, sólo lleva al señalamiento público, cuando es algo obvio que si hay 14000 personas en un grupo, y se suben 10-20 libros diarios, aunque no todos sean realmente activos, siempre hay una descompensación entre quienes los que mayoritariamente dan, y los que reciben.
Pero creo que no siendo lo deseable, que abunde tanto el gorroneo, creo que la situación de descompensación sigue siendo aún grande, y por tanto necesita un trasvase de momento.
Creo que cuando analizas el tema del valor, hay un factor que no tomas en cuenta. En estos grupos el valor viene dado por la dificultad en encontrar un documento X. Pero en el momento que alguien lo consigue, o lo pone en circulación, y distribuirse, su «valor» se iguala al del resto. Para mí puede haber sido muy valioso que se compartiera el Etimológico de Corominas, cosa que a muchos otros puede que no. Lo importante es que circule, y para eso es necesario que esté disponible, y que además la información sobre su existencia sea accesible. Esos dos factores son los que van a regular su distribución. Porque entre las personas hay gente con una peculiar facilidad para la búsqueda, al igual que otros son muy organizados, y otros son más pasivos. Recuerdo que me desesperaba cuando mis hijos eran pequeños y perdían algo,… y pronunciabas la mágica palabra; búscalo. Les veías desde mirar a su alrededor para comprobar que no estaba, en sus primeros años, hasta remover la habitación de arriba a abajo con 10… y volver a mirar a su alrededor a los 14. Ahora como adultos, es parecido, pero unos desarrollan una peculiar facilidad para la búsqueda, y otros una extraordinaria placidez. En los grupos en pdf he visto que crecen en función de que contengan más o menos «buscadores», «conseguidores».
A tu pregunta te diré que el que otro te publique contiene el valor del reconocimiento. Todo el que crea espera reconocimiento, y cuando no lo recibe se frustra, porque la sociedad crea expectativas que no se cumplen facilmente. Por eso no recurrimos con tanta frecuencia al pdf de autoedición.
En fin, yo creo que la sociedad debería reintegrarnos nuestro esfuerzo creativo, pero como es contractual creó el mercado para que eso se hiciera con unas reglas claras. Pero esas reglas van siempre contra el que crea, y lo único que le ha dejado es la compensación por los derechos de propiedad intelectual.
Soy consciente que plantear un modelo en el que la creación pudiera estar retribuida, y pudiera ser libremente distribuida, es una utopía hoy por hoy. Pero los grupos en pdf, son lugares aún donde se practica esa utopía, basada en la necesidad y la respuesta rápida con la donación. El esfuerzo fue buscar y encontrar, la «remuneración» el agradecimiento. El deseo, que sigan compartiendo cada vez más. Y mientras cargamos con quien solo demanda y recoge. Y luego está la gente que está dispuesta a compartir.
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Juan Carlos Vila dijo:
Después de la paciencia, por su parte, de leerle a mi mujer, Carmen Ibarlucea, también autora de libros, cuentacuentos y política (EQUO),los aportes de este post, así como sus comentarios, me pide que añada en su nombre lo siguiente:
1. ¿Porqué Picasso no le pagó derechos de autor a los africanos que crearon un arte que él reprodujo, creando una nueva forma?
2. ¿Porqué están creciendo el número de las editoriales pequeñas?
3. ¿No será que vivimos un nuevo 1492 al encontrarnos con otra forma de hacer las cosas? En aquel momento muchos perdieron y muchos ganaron.
4. ¿No sucede con la cultura como con las semillas, que ahora está prohibido compartirlas y seguimos haciéndolo?
Por último, el tema de la renta básica es algo que posibilitaría el que continuara creciendo el número de gente que escribe e investiga, sabiendo que la comunidad sostiene el mínimo vital.
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Juan Rizzo dijo:
Sobre el artículo, veo (entre otras cosas) problemas con los datos: «Muchos de ellos arremeten, por ello, contra los monopolios capitalistas que sólo quieren lucrarse con lo que tendría que ser un bien general; otros, ven que la práctica del intercambio sin coste es el único camino expedito contra los precios abusivos de los libros en el mercado; pero hay otros –la mayoría– que, más acá del idealismo o de la protesta, simplemente, prefieren no pagar el valor de los libros, porque por poco que cueste un libro siempre vale menos tenerlo a coste cero.
¿Y eso de dónde sale? Supongo que el autor ha leído serios estudios de campo que lo avalan, pero no los encuentro citados en el artículo. Salvo que la intención sea proponer algo más a priori, y sea hora de volver a los topetazos entre «hobbesianos y rousseaunianos
También hay un problema grave con esta premisa:
«Con mayor o menor acierto sabemos que los Estados, en sus dominios, obligando al cumplimiento de la ley, ayudan a sostener los bienes públicos. Si el Estado no nos obligara a tributar, muy pocos lo haríamos y, sin embargo, todo el mundo es consciente de que los impuestos hacen posible un sistema de cooperación eficaz y de largo alcance.
Esto es particularmente debatible. Hay gente que en lugar de considerar al Estado como un «sistema de cooperación eficaz y de largo alcance» prefiere describirlo como «sistema de mantenimiento de la dominación económico-cultural» (o algo por el estilo, pregúntenle a un marxista) y otros hablarán de «avasallamiento totalitario de las libertades individuales» (tampoco es exacto, pregúntenle a un anarquista, o a un libertario).
And last, but not least … ¿»Industria cultural» viene siendo un oxímoron o un pleonasmo? Por más vueltas que le doy, no me puedo decidir…
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admin dijo:
Quiero agradecerte tu comentario. En primer lugar, cononozco la escasez de libros y de medios que hay en Argentina y en todos países de latinoamérica, y sé que grupos como estos ayudan a difundir los libros que son tan escasos. Cuando terminé mi licenciatura de filosofía estuve en la Córdoba de Argentina con una beca. Había, ciertamente, pocos libros. En un seminario de filosofía de la mente, de hecho sólo había un libro: el del profesor. Pero la falta de material no fue un problema para el desarrollo del seminario. Uno leía y los demás escuchan, paraban, comentaban, preguntaban. Pocos seminarios de aquí fueron tan activos y tan interesantes como aquel. La filosofía, ciertamente, está en los libros de filosofía, pero la filosofía está sobre todo en nosotros. Es mejor tener muchos y buenos libros que no tenerlos, pero el hecho de ternerlos no implica en sí mismo que se haga mejor filosofía. En segundo lugar, dicho esto, sé que estamos viviendo en un momento de cambio profundo y que todavía no tenemos claro hacia donde irá lo que hasta ahora ha sido el «mercado editorial» como cual otro mercado. No soy un nostálgico del papel, aunque creo que no desaparecerá, y no es al tipo de formato a lo que iba dirigido mi artículo sino al libro como tal independientemente de su formato. Aunque se edite en formato electrónico, aunque todo el saber pueda aparecer dentro de internet y, aunque ya no hubiera nada que se produjera fuera del mundo virtual, alguien tendría que encargarse de crear, de organizar, de editar y de leer lo que se publica para tener un mínimo de calidad. Es esta labor la que tradicionalmente han hecho las editoriales al frente de las cuales no sólo han estado empresarios maléficos con ánimo de lucrarse a costa de la cultura sino también expertos o especialistas que guían las líneas de publicación de editoriales. Todo esto es un trabajo que creo que tiene que ser pagado como cualquier otro trabajo. Por ello, ahora tu puedes decidir comprar el formato electrónico, siempre más barato o el formato papel. Puedes ahorrarte el coste del papel pero no el coste de la edición del libro a menos que queramos tener como libros de filosofía cualquier tipo de «libros». Otra cuestión es que tendrían que abarartarse los costes de edición y eliminarse los gastos de transporte si se edita en formato digital. De esta manera, los libros electrónicos podrían tener un precio menor y accesible por igual a todo el mundo. Pero lo que no podemos pretender es que el trabajo de producir y editar los libros, el trabajo intelectual, sea completamente gratuito, porque, al final, y esta es mi tesis, redundará en una peor calidad de lo que se publica. A cualquiera que hace un trabajo tiene que serle pagado su trabajo a menos que se considere que la filosofía y la producción de la filosofía no es trabajo alguno.
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admin dijo:
Vuelvo de nuevo a agradecerte tu comentario y te pido disculpas por no haberte contestado antes. Tu primer párrafo es muy interesante porque ahí está la base de todo tu razonamiento posterior. Yo sí creo que la propiedad intelectual es una propiedad en el doble sentido del término y creo que la defensa de la propiedad privada, como mantenía Locke, es fundamento de libertad. El respeto a la propiedad privada es no sólo el reconocimiento a un trabajo hecho sino sobre todo la posibilidad de respetar uno de los límites donde el individuo pone en juego su litertad. La producción intelectual es también la producción de un bien que tiene que ser respetado. Este el sentido que creo que tiene en nuestro códido civil y también penal que deriva, como bien observas, del derecho romano. No queremos que entren impunemente a nuestra casa, que en nombre de algo o de alguien pudieran llevarse nuestro coche, nuestros libros, o nuestros hijos. Otra cuestión es lo que definamos que tiene que pertenecer como propiedad a un individuo y lo que no. Aquí de un sistema político a otro varía el sentido de pertenencia. Para mí los libros son una propiedad intelectual que, en tanto que derecho, pertenecen primariamente a quien hace de ellos un bien y sólo en otro sentido -que yo sé que es mucho más importante que este- a quien los lee y los mete dentro del ámbito de la cultura. Pero este sentido de «pertenencia» no tiene el porqué estar reñido con el anterior. Otra cosa cuestión también es que los libros descatologados, los clásicos, etc., en vez de quedarse perdidos, recobren vida a través de grupos como estos. Pero yo, cuando veo que la intención es distrubir, sin coste alguno, toda clase de libros y que,finalemente, no se asume, proporcionalmente, el coste del bien que es un libro, creo que no se ayuda mucho a que se sigan haciendo más libros. En una economía justa sé que ni con los bienes ni con los servicios deberíamos lucranos sino sencillamente intercambiar unos por otros. Pero lo mismo que decimos de los libros podríamos decir de todo lo demás. Pensar que la educación,la sanidad, la cultura, etc. son gratis y tienen que ser gratis no ayuda mucho a valorar el coste que tienen y que de alguna manera u otra alguien tiene que asumir. Intentaba mostrar en mi entrada que, aunque a corto plazo y en un grupo reducido el poner a disposición de los demás todo tipo de libros en pdf, como justamente, se llama el grupo, sea un beneficio a largo plazo y en un grupo más amplio, quizás no lo sea. Mirémoslo como lo miremos cualquier trabajo, también el trabajo de quien hace libros y no sólo de quien los escribe, si los libros como tales son un bien, tiene que estar remunerado de manera equitativa pero, en cualquier caso, remunerado.
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Carlos Caicedo-Russi dijo:
En Venezuela ya es casi imposible conseguir libros serios debido a las dificultades económicas, entre ellas la escasez del dólar. Además los libros de estos temas a la gente ya no le interesan… los que si acaso leen un poco buscan solo superficiales romances con vampiros afeminados y de estafadores que prometen prosperidades y felicidades jejejeje
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Christo Reyes dijo:
En mí país, ciertos textos, acá conseguidos y en otros grupos, son muy difíciles de obtener y caros; o ni siquiera han llegado ediciones impresas del libro; fue una maravilla para mi la iniciativa de grupos como este, es una labor muy noble. Creo que se podría hacer una excepción con autores actuales, que aun producen libros y reciben regalías por sus libros anteriores publicados. Pero publicaciones ya reimpresas muchas veces y de autores renombrados, que no le afectaría dejar de vender algunos libros, no habría inconvenientes compartir sus textos, creo yo.
Retomando lo que dije, el problema en mi país no es el costo, es que simplemente no existen. Y si hay buenas iniciativas del gobierno en cuanto a publicación (o por lo menos hasta el año pasado), pero se centran en libros de política, aunque también hay títulos más generales como literatura. Pero lo que es literatura técnica y especializada como esta no hay, así que sí están haciendo difusión, al menos en mi caso, un millón de gracias!!
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admin dijo:
Ciertamente, estoy de acuerdo con Carlos Caicedo-Russi y también con Christo Reyes. Reconozco la dificultad que hay de de conseguir libros en casi toda iberoamérica. Pero creo que se podrían hacer las cosas de otro modo: se podrían hacer bibliotecas virtuales con una mínima inversión por parte de los gobiernos donde todas estas cosas estuvieran más claras. Ya hay iniciativas en este sentido. Os invito a visitar la BILIOTECA SAAVEDRA FAJARDO ¿Por qué autores y editoriales no ceden sus derechos a favor de la difusición? HaY imperios empresiariales como SANTILLANA, -grupo Prisa- que quisieron hacerse con el control total del mercado editorial de hispanoamérica no sólo en libros de lectura sino sobre todo en libros de texto para la escuela. Son contra estos imperios contras los que habría que actuar, pero sobre todo por parte de los gobiernos para que pudieran entrar y florecer nuevas empresas editorales. Los gobiernos que son responsables son aquellos que invierten en educación y, por supuesto, en dotar al pueblo de bilbiotecas públicas, más o menos especializadas. La cuestión es bien clara: ¿por qué determinados gobiernos pactan con determinados imperios cerrando el espacio de libertad? Quizás la lucha ideológica contra unos imperialismos oculte el beneficio que para algunos gobiernos tienen pactar con determinadas empresas dominantes.
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Lester Antonio Zapata Guerrero dijo:
Muy interesante el blog, el libro impreso tiene que evolucionar como dicen. Por las «urgencias» ecologicas , pero claro esto no se comparta con tenerlo en la mano, pero deberian de dar la opcion de cuando uno compara un libro si quiere tenerlo digitalmente. Tener un libro fisicamente es bello, pero representa un problema cuando uno se mueve de lugar, y mas si por razones de trabajo u otra indole no se puede llevar toda la biblioteca en un avion a otro pais. Imaginense que alguien tiene por decir unos 500 libros una cantidad no enorme pero razonable para alguien que ha pasado toda una vida dedicada a la docencia o al estudio y no puede llevarse sus libros con el y quedan en una sala de su casa deteriorandose con el polvo. Yo a veces me he planteado el problema de andar cargando con todos los libros que tengo a donde me mueva(y no son muchos pero es un poco problematico). Otra cosas es como dicen la pirateria , gente que nunca compra nada y quieren lucrarse de los libros, o a veces libros que uno quiere conseguir y por mas que uno pregunte no se pueden conseguir, a veces es mas caro importar el libro al pais que el mismo precio del libro y no todos los libros tiene la opcion de comprarlo digital. Pero es cierto que en la medida de lo posible debemos coperar para comprar un libro si esta en nuestras posibilidades.
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Ara Nato dijo:
En México (no sé en otras partes, porque vivo en México) hay un problema cultural con el libro tremendo. Todos mis alumnos llevan unos celulares (móviles) que cuestan lo de cincuenta libros (con la diferencia de la «obsolescencia» del consumo de uno y otro bien). El problema no es solo económico, es axiológico.
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Casildo Villa dijo:
En efecto, el grupo fue pensado «Para los que, por motivos económicos, geográficos, injusticias, empobrecimiento o discapacidades no tienen posibilidad para acceder al libro impreso.» ¿Me pueden señalar cuáles son las personas en este grupo que se encuentran en esa situación? Motivos económicos sobran porque los libros tienen un precio injusto; los profesores somos por lo general personas que no cobramos grandes sueldos y nuestro oficio consiste en trasladar el conocimiento a nuestros alumnos. Por otra parte, el derecho de autoría de los libros debe estar sujeto a debate, pues muchos autores son universitarios pagados por un trabajo que consiste precisamente en la divulgación del conocimiento. Es decir, se les paga doble… es mi humilde opinión. Agradezco el enorme esfuerzo solidario de los administradores del grupo que seguramente «roban» tiempo a sus familias para brindar un servicio a quienes no conocen.
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